Al
otro lado del cañón de la pistola siempre está mi hermano Willy. Desde que se
la encontró en el vertedero de la calle diez entre un montón de mantas con
sangre, nunca se separa de ella y no deja de apuntar a cosas o a mí. Cuando lo
hace, estira mucho el brazo, pone cara de malo y dice con la voz más ronca que
la de papá cuando viene del bar: «estás muerto». Luego aprieta el gatillo y
sopla en el cañón.
Mi
hermano Willy dice que cuando consigamos balas estaremos salvados. Yo le
pregunto que por qué, pero nunca me contesta, solo dice: «cállate y busca».
Ahora nos pasamos todas las tardes buscando balas entre los cubos. Yo creo que
las quiere para cuando papá le llama por las noches, porque ayer cuando llegó
del bar y gritó su nombre, antes de ir, Willy me dio la pistola y me dijo muy
nervioso: «si viene, apúntale y corre, hazme caso y apúntale y corre».
Bárbara Sanchiz Cameselle
FINALISTA DEL II PREMIO MICRORRELATOS MANUEL J. PELÁEZ. JUNIO 2014.
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